lunes, 23 de noviembre de 2015

La basura que genera tomar un café (el porqué de mis decisiones frente a la percha)

Ojos que no ven, corazón que no siente. Y con la basura no puede ser más cierto. El lío con los desechos es que nadie los quiere ver, y como se los esconde, no existen. Y como no existen, es muy difícil estar consciente de los problemas que pueden generar después de que los sacamos en una funda a la calle. En mi caso, el proceso tomó unos tres años, pero básicamente fueron tres momentos los que me hicieron ver la basura de otra manera.

El primero fue cuando, como parte de un trabajo, durante una entrevista sobre la generación de desechos, un ingeniero ambiental me pidió que analizara la basura que estaba generando en ese momento al tomar un café. Al principio no entendí, pero, al bajar la mirada, sobre la mesa me topé con el vaso de un tipo de espuma, su tapa de plástico, el cartón corrugado para no quemarse, la servilleta de papel, el mezclador de plástico y los sobres plastificados del azúcar. Seis cosas de al menos tres tipos de material que casi ocupaban el mismo volumen del café que estaba tomando. Así de simple, así de práctico. Ya no recuerdo qué más me dijo aquel especialista pero con ese ejercicio fue suficiente. Me di cuenta de que incluso sin darme cuenta generaba desechos (imaginen el ejercicio con un combo de hamburguesa o una pizza).




Desde ahí empecé una política de no empaques ni fundas innecesarios (rechazar las fundas de plástico que los cajeros en este país tienen la costumbre de enchufar como cortesía). ¿Cuán efectiva es esta política? Pues se mide en la cantidad de empaques que regresan en mi mochila cada día porque, salvo que un desecho esté tan sucio que se vuelva imposible de transportar, trato de llevar toda la basura que genero durante el día de regreso a mi casa (no confío en los tarros de separación de basura de sitios públicos porque varias veces he visto que finalmente todo termina mezclado. Sería un lavado de conciencia que no me convence). Así, mientras menos empaques y fundas acepto, menos cargo. Y es que cargar los desechos propios es parte, no solo de hacerse responsable de ellos y su destino, sino también de tomar conciencia de su volumen.

Esa lección la aprendí en una comunidad aislada de pescadores en Manabí cuando la profesora me dijo que prefería cocinar con ramas secas antes que con gas porque le era muy difícil transportar el tanque los kilómetros que separaban el caserío de la carretera y que algo similar le pasaba con la basura, que por eso evitaba los plásticos, los cuales no podía enterrar ni quemar (como hacía con los restos orgánicos o el papel) y debía almacenar para luego llevarlos (a pie o en camioneta si tenía suerte) a botar en el basurero de la carretera. Su visión era la de alguien que no tiene la comodidad del carro recolector, de alguien que a diario se hace cargo del destino y volumen de su basura. De alguien que sabe que el problema de la basura no lo soluciona al ponerla en el tacho (lo entendí más claramente cuando vi el tamaño de la bolsa con los desechos que había generado yo en los cuatro días que estuve en esa comunidad, y tuve que llevarlos al basurero de la carretera). Entendido esto, no me extrañó encontrarme tiempo después con un grupo de madres de familia de Calderón que preferían compostar sus desechos orgánicos a cargarlos por una larga cuesta intransitable hasta el basurero más cercano. Y es que a veces no es la conciencia ecológica la que sostiene los hábitos ecológicos, son el sentido común y el ahorro de esfuerzo.

El tercer momento fue cuando visité durante una mañana el relleno sanitario de mi ciudad. Sin importar cómo se maneje el lugar o lo que hagan para tratar de mejor manera la basura, salí enferma, con dolor de cabeza, náusea y molestias en el estómago (ni el soroche me ha hecho sentir peor). Me tomó toda la tarde dejar de percibir el olor dulzón de la basura impregnado a mi nariz y volver a sentirme bien. De corazón entendí que, salvo por el basural clandestino, no había peor destino para un desecho que ese. Y mi basura iba a ese lugar, por lo que también era mi responsabilidad. Desde ese día decidí que el relleno sanitario debía ser la última opción y para lograrlo debía retomar el control sobre la basura que generaba.

Empecé buscando qué destino responsable le podía dar a mis desechos: plástico de varios tipos, papel, cartón, metal, vidrio, tela, restos orgánicos, baterías, focos... Así di con las listas de gestores ambientales, pero estos, aunque prácticamente reciben de todo, no siempre son accesibles ya sea por su ubicación o por la cantidad mínima del desecho específico que reciben. Además, no podía pasarme el día buscando qué hacer con cada tipo desecho. Entonces decidí invertir la lógica: en lugar de buscar un destino para cada desecho, busqué aquellos productos envasados en los materiales que más fácilmente pudiera descartar responsablemente.

Así quedó una adaptación informal de las tres R:

1.      Reducir: Si genero menos desechos, debo buscar un destino responsable para menos desechos. Menos volumen, menos tiempo, menos trabajo.
2.      Reutilizar: Si hay un envase que necesito o me sirve para otra cosa, lo elijo.
3.      Reciclar: Separar plástico, papel, cartón y metal en buenas condiciones para dárselos al gestor.
4.      Relleno: Lo que no pueda entregar a un gestor debe ser lo más pequeño y comprimible posible para que ocupe el menor espacio en el relleno sanitario.
 Puede esto parecer engorroso, pero tras un simple análisis de las perchas, el resto es cuestión de generar hábitos que luego se repiten mecánicamente sin necesidad de invertir más tiempo:

Sección Verduras 


  • Opciones: Fundas, tarrinas o mallas plásticas, bandejas como de espuma o al granel. 
  • Acciones: ¿Me interesa algún envase para algo más? ¿Sí? Lo elijo. ¿No? Entonces selecciono al granel, pues, si bien esto implica el uso de una funda, esta funda suele ser reutilizable para otras funciones.

Embutidos, carnes o quesos

  • Opciones: Empaques sellados al vacío o bandejas de espuma.
  • Acciones: Estos empaques o bandejas normalmente quedan tan impregnados de sangre o suero, que prefiero el empaque sellado al vacío que es más comprimible.

Lácteos y jugos


  • Opciones: Tetrapack, botellas de vidrio o frascos y fundas de plástico.
  • Acciones: ¿Me interesa la botella o el frasco para algo más? ¿Sí? Lo elijo. ¿No? Prefiero el tetrapack que queda limpio con una enjuagada y listo para el gestor.

Aceite y mantequilla


  • Opciones: Funda, frasco o tarrina plástica, botella de vidrio, papel, lata. 
  • Acciones: Todos estos materiales quedan tan grasosos que es difícil reutilizarlos. La mejor opción, la más comprimible: papel o funda. 

Cereales, fideos, huevos y galletas



  • Opciones: Caja o cubeta de cartón o cubeta o funda plástica. 
  • Acciones: Todos son fáciles de entregar a un gestor.

Mermeladas y conservas


  • Opciones: Funda o frasco de plástico, frasco de vidrio, lata.
  • Acciones: ¿Me sirve el frasco o la lata para algo más? ¿Sí? Lo elijo. ¿No? La funda queda tan melosa que es difícil de entregar a un gestor, pero es comprimible. Los frascos y latas son fáciles de entregar al gestor.

Granos, sal y azúcar



  • Opciones: Fundas plásticas.
  • Acciones: Las fundas no son prácticas para ser reutilizadas pero son fáciles de entregar a un gestor.

sábado, 10 de octubre de 2015

Retomando el control sobre el 80% de mi basura

Dejé de documentar mi búsqueda de una vida más amigable con el medio ambiente hace cuatro años, pero no abandoné el proceso en mi día a día. Retomo el blog porque se cumple un año y medio de lograr algo que creía difícil: tomar el control del destino de los residuos que genera mi familia. Actualmente el 80% de la basura que producimos ya no va al relleno sanitario sino que es introducida en procesos de reciclaje y compostaje.

En estos años el tema de los desechos se convirtió en una de mis principales preocupaciones, especialmente desde que tuve la oportunidad de visitar el relleno sanitario de mi ciudad y tomé conciencia de cómo los desechos formaban un ciclo que, si bien podía ser de contaminación, mal olor y agentes tóxicos, también articulaba una red de empresas recicladoras, intermediarios y 20.000 minadores o chamberos (quienes con su sacrificado trabajo fueron y son la base del reciclaje de mi ciudad y de muchas en Ecuador).

Mi familia (tres adultos) produce 28 kilos de desechos al mes. Es decir, cada uno generamos 0,3 kilos al día. Esto es la mitad de lo que produce un ecuatoriano promedio en la ciudad (0,75 kilos al día por persona). A nivel nacional, el Ministerio del Ambiente estima que “cada bolsa de basura contiene un 61,4% de orgánicos, un 11% de plásticos, un 9,4% de papel y cartón, un 2,6% de vidrio, un 2,2% de chatarra y un 13% de otros desechos”. 

La composición de los desechos que genera mi familia es algo distinta. Tras un monitoreo de tres meses, determiné que el 10% (del peso, porque en volumen es muchísimo más) es papel, cartón, plástico, vidrio y metal (provenientes de envases y empaques) que se pueden recuperar. Un 70% corresponde a materia orgánica (restos de cocina) y el resto es material irrecuperable ya sea por estar muy degradado o corresponder a desechos sanitarios.

El cambio de los hábitos del manejo de los desechos en mi hogar debía cumplir dos requisitos para que me permitieran aplicarlos: no entorpecer el día a día y no generar malos olores o desorden.

El primero paso lo dimos en el 2012 con la decisión de separar el papel, el cartón, el plástico y el vidrio. Para esto la solución fue ubicar cerca de la cocina un tarro grande de plástico donde colocar este material que, al principio, llevaba cada mes adonde un reciclador artesanal, y que, ahora, entregamos a un reciclador que viene a recogerlo a nuestra casa cada semana. 



Hallar el reciclador que recibiera el material no fue difícil. Bastó fijarse en aquellos que ya revisaban a diario las fundas de basura que sacábamos para que se las llevara el carro recolector.

De esta manera, en estos tres años, logramos que cien kilos de material fueran reintroducidos en una cadena de reciclaje. De esto, el 62% es plástico, el 21%, papel y cartón y el 17%, vidrio y metal.
Así se mejoró el destino del 10% de los desechos que genera mi familia.

El segundo paso lo dimos en 2014, cuando decidimos hacer abono con nuestros desechos orgánicos, que comprenden casi el 70% de la basura que producimos. Esto fue posible gracias a que contamos con una huerta. La solución fue armar una compostera siguiendo las lecciones de agroecología impartidas por la Red de Guardianes de Semillas, las mismas que señalan que se deben colocar dos partes de carbono (hojas secas o aserrín) por cada parte de nitrógeno (restos de cocina).


Los desechos los recolectamos en un pequeño tarro ubicado sobre el mesón de la cocina, el mismo que vaciamos cada uno o dos días en la compostera.  Esto permitió también mejorar el destino que dábamos a las hojas secas que caen de los árboles frutales y el césped que se corta en el jardín (eso no se lleva el carro recolector). Siguiendo esta receta, ni siquiera la disposición de restos de mariscos genera mal olor. No hay presencia de moscas y la colocación eventual de una capa de tierra evita la presencia de otros agentes.

Inicialmente pensé que la compostera de siete metros cúbicos se llenaría en un año, pero ahora estimo que eso no sucederá sino hasta dentro de un par de años más. Mientras tanto, ya puedo sacar abono de la base de la compostera.

Así se mejoró el destino del 80% de los desechos que genera mi familia. Más de 350 kilos de basura orgánica se están transformando en abono.

Según datos del Ministerio de Ambiente, en Ecuador se generan cuatro millones de toneladas métricas al año. En 2014, Revista Vistazo estimó que las 11.000 toneladas diarias que produce el país son suficiente basura como para cubrir una cancha de fútbol con una capa de cinco metros. Se supone que para el 2017 Ecuador generará más de cinco millones de toneladas al año, lo que representa un problema tanto de salud como ambiental.

¿Por qué me parece importante que cada familia se responsabilice por el destino de la basura que genera? Son varias razones.

La primera, que el 70% de los residuos se origina en los hogares.

La segunda, que menos del 40% de los hogares ecuatorianos clasifican la basura antes de botarla, según datos de una encuesta realizada por el INEC desde hace varios años. Una vez adquirido el hábito, no incide en la rutina diaria. 

La tercera, que el hecho de que se separe la basura no es suficiente garantía de que ésta entrará en un proceso de reciclaje. Pues, según un artículo publicado por Revista Vistazo en marzo de 2014, “solo uno de cada cuatro municipios cuenta con procesos de recolección diferenciada que eviten que la basura se mezcle en el camión recolector”. Esto hacía que en 2014 apenas se recuperara el 17% de los residuos en el país. Entonces, es importante conectar con el reciclador o punto de acopio.

La cuarta, según el mismo artículo, que solo dos de cada diez cantones depositan sus residuos en rellenos sanitarios. Es decir que mucha de la basura que se lleva el carro de la basura no tiene una disposición final adecuada.

La quinta, que el costo del procesamiento de la basura es elevado. Hace cinco años, Acción Ecológica determinó que manejar una tonelada de basura cuesta 43 dólares. Entonces no es lógico que los municipios gasten dinero en algo que bien manejado podría generar recursos, como ya lo han demostrado en el propio Ecuador los recicladores y la industria, los primeros al encontrar en la basura una fuente de ingresos, y los segundos al transformar los desechos en materia prima más económica.

sábado, 2 de julio de 2011

Refrigeradoras, ¿devoradoras de energía eléctrica?

Los hábitos son importantes, pero a veces no lo son todo. Lo vi con la iluminación y su impacto en mi consumo de energía. Si considero que esta constituye apenas el 6%, es más una cuestión de conciencia. Algo similar pasa con el cambio de focos incandescentes por ahorradores: más que un ahorro mensual personal (4,72 kWh, $0.33) y familiar (11 kWh, $0.78), sería la idea de lo que los 3,5 millones de hogares ecuatorianos podrían lograr.

En el caso de la refrigeración, poco se logra si la tecnología no coopera. De hecho, es uno de los ámbitos en los que reutilizar (una de las tres R verdes) algo eternamente es poco amigable con el ambiente. ¿La razón? Las refrigeradoras antiguas consumen más energía que las nuevas y, como pasan conectadas todo el día, tienen un gran peso en la planilla eléctrica.

Fuente: ESTUDIOS DE DEMANDA POR SUBSECTORES Y USOS FINALES DE LA ENERGIA ELECTRICA, MINISTERIO DE ELECTRICIDAD

Según un estudio de usos finales realizado por el Ministerio de Electricidad, las mediciones indican que en Quito el 36% del consumo se destina a refrigeración. Es el rubro con más peso. La gente está consciente de eso pues, en las encuestas del mismo estudio, también le dio el primer lugar.

*En Quito, el valor es 13% en iluminación. Fuente: ESTUDIOS DE DEMANDA POR SUBSECTORES Y USOS FINALES DE LA ENERGIA ELECTRICA, MINISTERIO DE ELECTRICIDAD

Según cálculos previos, la refrigeradora de mi casa consume 120 kWh al mes.

Algunos buenos hábitos son no dejar la puerta abierta, no colocar alimentos calientes y no llenarla demasiado. Lo mismo aplica al congelador. Esto solemos cumplirlo en mi casa. Pero, por otro, lado conservamos los electrodomésticos hasta que no se pueden arreglar. ¿Ahorraríamos cambiando nuestra refrigeradora por una nueva?

Energy Star, un programa del gobierno de Estados Unidos para ahorrar dinero y proteger el medio ambiente con productos energéticamente eficientes, tiene en su sitio web una herramienta que permite calcularlo.

Esta me obliga a un recálculo, porque si bien la herramienta del Conelec establecía un consumo de 120 kWh por mes para una refrigeradora de más de 10 años, la herramienta de Energy Star, con un cálculo específico según el modelo, fija un consumo de casi la mitad: 68 kWh.

Esto genera un nuevo cambio en la distribución de mi consumo de energía:

Es decir, la refrigeración representaría 17% del consumo de energía en mi casa, muy por debajo de la media. Esto constituiría 46% de los gastos energéticos compartidos de mi casa y 11% de mi consumo de energía.

Según Energy Star, podría ahorrar 150 dólares en cinco años con una nueva refrigeradora. Suena imposible hallar una que valga eso…

El consumo de energía de los electrodomésticos se ve en la etiqueta energética. Esta, con siete letras y colores, indica qué tan eficiente es un electrodoméstico. La A indica la máxima eficiencia y la G, la mínima.

Según el registro de Energy Star, las marcas ofrecen refrigeradores con un consumo entre 20 y 35% mejor que los estándares federales. Aquí se pueden ver las listas de Energy Star y Fide (México). El FIDE recomienda cambio de refrigeradora pasados los ocho años.

En Quito estos datos parecería que aún tienen una importancia relativa. Mientras que en algunos locales de línea blanca existen letreros que destacan la eficiencia energética de algunos artefactos, en otros es imposible ver la etiqueta por cómo exhiben los electrodomésticos.

En un recorrido se encontraron al menos cinco marcas que ofrecen refrigeradoras con etiqueta A.

Así que podría lograr entre un 20 y 30% de ahorro de energía con un modelo de volumen no igual pero cercano. Con todo, esto igual requeriría una inversión que no se compensa totalmente con el ahorro.

El Gobierno actualmente impulsa el Plan Renovadora, que consiste en la sustitución de refrigeradoras ineficientes energéticamente. Este durará cinco años e implicará una inversión de 116 millones de dólares. El objetivo es reemplazar 330.00 refrigeradoras viejas por unas de categoría A, de fabricación nacional, 10-12 pies cúbicos, 2 puertas, no frost. Otras metas son fortalecer la industria nacional y disminuir las importaciones.

Los beneficiarios son los clientes residenciales con consumos eléctricos inferiores a 200 KWh/mes durante el último año.
No calificamos en mi casa. Estos recibirán un estímulo de entre 200 y 250 dólares más un crédito directo para el monto restante a una tasa de interés preferencial del 5% anual y un plazo máximo de tres años.

El Ministerio de Ambiente estará a cargo de implementar mecanismos para manejar residuos peligrosos (hidroclorofluorcarbonados) y reciclar los desechos provenientes de los equipos retirados.

domingo, 5 de junio de 2011

Focos ahorradores: obra, vida y muerte


La iluminación es una de las categorías que establece el Ministerio de Electricidad y Energía Renovable para medir los usos finales de la energía eléctrica. Según cálculos previos, es en lo que menos energía gasto: 6% del consumo total, incluso por debajo del promedio del estrato 5 (16%) y del promedio para Quito (13%). ¿Es posible ahorrar más? ¿Cuánto dinero costaría/ahorraría?

Según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Inec), 86% de los hogares ecuatorianos tiene prácticas de ahorro de energía. En Pichincha, la provincia en la que vivo, llega al 90%.


Fuente: Estudio Hábitos Ambientales de los Hogares Ecuatorianos, INEC, 2010

En mi casa, además de focos ahorradores, tenemos dimmers, para regular la intensidad de la luz, y sensores que prenden la lámpara solo cuando hay movimiento.

En Ecuador, el uso de focos ahorradores (fluorescentes) es una política de Estado que busca una compensación “a los incrementos de consumo por la cocción, duchas y calefones”. Entre sus ventajas están que utilizan la quinta parte de energía que requieren los convencionales y que duran alrededor de ocho veces más que estos.

El Estado espera ahorrar $104 millones anuales gracias al reemplazo de 16 millones de focos incandescentes: 50% de 60 watt y 50% de 100 watt, a partir del año 2008. En energía estima una reducción anual de 27 millones de kWh.

Fuente: Indicadores del Conelec ¿Se ve este el 4% de ahorro esperado en los últimos 3 años? El continuo incremento de la demanda de energía impediría visibilizarlo

La importación de 6 millones de unidades, procedentes de China, costó $6,6 millones. Venezuela donó 5,5 millones de focos y 4,5 millones restantes se adquirieron a empresas nacionales. Este plan calificó como un Proyecto de Mecanismo de Desarrollo Limpio, una herramienta de las Naciones Unidas para reducir los gases de efectos invernadero.

Según el Inec, 84% de los hogares usa focos ahorradores, con un promedio de cuatro unidades por hogar.

Fuente: Estudio Hábitos Ambientales de los Hogares Ecuatorianos, INEC, 2010

Estos focos se entregaron gratuitamente en los sectores que consumen menos 300 kWh al mes, que representaban en 2006 el 88% de abonados. Una inspección rápida en un supermercado, muestra que actualmente es difícil acceder a focos incandescentes (solo hay pequeños para hornos y cocinas), salvo que se vaya a lugares más especializados.

En mi casa, 56% de los focos son incandescentes; 29%, ahorradores; 10%, dicroicos y 5%, neón. ¿Razones por las que no se ha cambiado todo a ahorradores? Varias. Algunos focos incandescentes aún funcionan. Puede ser impresión, pero los ahorradores no dan la misma luz cuando se quiere leer. Y algunas lámparas no tienen un diseño que permita usar focos ahorradores (aunque oí que ya existen en forma de gota en almacenes especializados).

En mi control directo, tengo siete focos: cuatro en el cuarto y tres en el baño. De estos, tres son ahorradores.

En mi casa, diez focos incandescentes más podrían reemplazarse por ahorradores; para el resto habría que comprar otras lámparas. Yo podría cambiar dos en mi cuarto y uno en el baño. Esto tendría un costo promedio de $6,5, según precios de supermercado. ¿Qué ahorro de energía y dinero implicaría?

Cálculos oficiales indican que, por cada foco sustituido, el consumo baja 146 kWh/año, con un ahorro anual de $6,5 dólares por cada unidad. Pero, según mis cálculos, en mi rutina no sería así.

De las 11 horas al día que requiero iluminación, la mitad (5,9 kWh mes) corresponde a mi casa, que es donde tengo algo de control. Con el cambio de los tres focos incandescentes podría ahorrar 4,72 kWh ($0.33, a $0,07 por kWh) al mes. Este ahorro, por las 8.000 horas (8 años) que dura en promedio cada unidad, llega a 453 kWh ($32). Menos la inversión, quedan $25,5 en ocho años ($3,18 al año), considerando los tres focos. Esto, aproximadamente, pues tendría que retirar el dimmer de mi cuarto, ya que este sería incompatible con el foco ahorrador, según las indicaciones del empaque.

Cambiar los otros siete focos en mi casa tendría un costo promedio de $15. Calculando con una rutina similar a la anterior, el ahorro anual bordea los $7,43, ya restada la inversión, y los 132 kWh.

Así que lo máximo que podría aspirar a ahorrar de energía eléctrica en iluminación es 16 kWh al mes. ¿Se logrará ver este impacto en las planillas?

PD: Los fotos ahorradores contienen mercurio, por lo que se deben tomar algunas precauciones al desecharlos (o cuando se rompen): Evitar la inhalación o el contacto con la piel. Colocarlo en una bolsa. El Municipio de Quito reconoce como gestor autorizado de focos ahorradores a la empresa Cadeproduc (099001850).

domingo, 29 de mayo de 2011

Usos finales de energía eléctrica: el "peso" de la ducha eléctrica en la planilla

Gracias a una herramienta del Conelec, pude calcular mi consumo eléctrico, el mismo que se divide así según el uso final:

Lo que representa un gasto de $9,19.

Sin embargo, a estos 130 Kwh, les falta la ducha eléctrica, que no consta en el formulario del Conelec. Según datos de la Empresa Eléctrica Quito, una ducha eléctrica equivale a cuatro microondas, cuatro aires acondicionados o cuatro planchas.

Así que debería añadir unos 36 Kwh, y quedaría con un consumo mensual de aproximadamente 166 Kwh, con un costo de $11,71.

Esto, respecto a los usos finales nacionales:


Estrato 5 (más de 230) en Quito

Mi consumo

Refrigeración

36%

18%

Calentamiento de agua

24%

22%

Iluminación

13%

6%

Otros: Cocina, horno, lavadora y secadora de ropa, plancha, TV, computadora, etc.

27%

54%

Era importante considerar la ducha eléctrica (calentamiento de agua). ¡En 20 minutos diarios se va casi una cuarta parte de mi consumo mensual de energía! A primera vista, la refrigeración depende de un electrodoméstico en particular, al cual yo le calculo más de 10 años. Tocará analizar artefactos con un consumo más eficiente. En iluminación, creo funciona el entrenamiento diario de mi papá sobre apagar las luces cuando salimos de una habitación. ¡Un buen hábito! Buenos hábitos que creo que faltan en cuanto al rubro “Otros” porque, aunque también interviene el rendimiento de los electrodomésticos, creo que puedo mejorar en el uso que les doy.

¿Cómo se puede disminuir el consumo en cada uno de estos usos finales? Hora de analizar algunos mitos y verdades sobre el consumo y ahorro de energía eléctrica. ¿Saben alguno?

sábado, 14 de mayo de 2011

Mis hábitos energéticos

En Quito, 41% de la energía eléctrica que se distribuye corresponde al sector residencial. Un 60% del ahorro que se logró en la última crisis (2010) fue gracias a cambios de hábitos. Así lo señala Remigio Maldonado, jefe del Control de Pérdidas de Energía de la Empresa Eléctrica Quito (EEQ). Y eso corrobora que nuestros hábitos sí tienen impacto en el ambiente.

Pero ¿cuáles son mis hábitos de consumo de electricidad? Desde que tengo uso de razón mi padre lucha porque apaguemos la luz cuando salimos de una habitación. Así que, salvo algún descuido (tipo quedarme dormida con la lámpara prendida), se puede decir que tengo ese hábito.

Pero el
consumo de electricidad va más allá. De hecho, tras analizar mi rutina durante esta semana, sé que detrás de casi todo botón que aplasto fluye energía.

Mi consumo comienza a las 7:00 cuando me levanto y prendo la lámpara de mi cuarto. Hasta las 8:30 que salgo para el trabajo, mantengo un foco encendido ya sea en mi cuarto, el baño o el comedor. Antes de salir de la casa se suman 20 minutos de ducha eléctrica y calefactor, 15 minutos de secador de cabello y media hora de cargador de celular.

Durante la jornada laboral, de 9 a 5:30, se suman tres focos encendidos y computadora en la Redacción. De esto se restan unas tres horas de cobertura diaria fuera de la oficina y se añaden una hora de televisión para ver el noticiero y cinco minutos de microondas para calentar el almuerzo.

Al salir de la oficina, todas las calles y carreteras están alumbradas. El alumbrado público representa un 13% del consumo total de energía a nivel nacional. Al llegar a la casa, sumo una hora de televisión y al menos otras cuatro de un foco encendido. Pero, ¿cuánta energía consume cada una de estas actividades?

Según un formulario del Consejo Nacional de Electricidad (Conelec) que permite calcular la tarifa residencial (les invito a probarlo, es sumamente amigable de llenar), esta rutina implica un consumo mensual de 80 Kwh, sin contar con la ducha y el cargador de celular (más datos de potencias están en sitio web de la EEQ).

Y eso es solo sobre lo que tengo control directo, pues también comparto consumo con mis compañeros de trabajo (ascensor, impresora) y familia (electrodomésticos, puerta del garaje y bomba de agua). Y muchos otros de los que ni me doy cuenta.

De los 80 Kwh, 61% lo consumo en mi casa. Durante el último año, la planilla promedio de energía eléctrica de mi familia fue de 415 Kwh. Si lo dividimos para los cuatro miembros que somos da 104 Kwh, que estaría dentro del promedio de consumo per cápita en 2008.

Sin embargo, 120 kilovatios hora como promedio me parece demasiado, pues, aunque la composición de mi familia corresponda a los datos nacionales -según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), hogares tienen un promedio de cuatro miembros por hogar, dos de los cuales son hijos-, por el nivel de consumo nos ubicaríamos en el quintil más alto establecido en un estudio sobre usos finales de energía eléctrica realizado por el Ministerio de Electricidad el año pasado.

Fuente: ESTUDIOS DE DEMANDA POR SUBSECTORES Y USOS FINALES DE LA ENERGIA ELECTRICA, MINISTERIO DE ELECTRICIDAD

En 2006, los abonados con consumo superior a 400kwh representaban 4% del total. 47% de la población consume menos de 100 Kwh. Es decir, nuevamente, como en el cálculo de la huella, a pesar de los aparentes buenos hábitos, tengo mucho que cambiar.

Fuente: Tesis CONSIDERACIONES DE ASPECTOS FISCALES Y ECONÓMICOS EN EL
ESTABLECIMIENTO Y APLICACIÓN DEL SUBSIDIO TARIFA DE LA DIGNIDAD EN EL
ECUADOR EN EL PERIODO JULIO 2007 A DICIEMBRE 2008 DE ROSSANA MOSCOSO PERALTA (PUCE)

De esta alta planilla, tengo control directo sobre al menos un 12%. ¿Cuánto consumo comparto con mi familia? Según el formulario del Conelec, el uso de refrigeradora, licuadora, horno eléctrico, horno microondas, televisión, lavadora de ropa, secadora de ropa y plancha implicaría 199 Kwh mensuales. Si lo divido para 4, queda 50 Kwh por miembro de la familia. Es decir, mi consumo mensual de energía bordearía los 130 Kwh.

¿Cómo están estos hábitos respecto al promedio nacional? En Ecuador existen 3,5 millones de hogares, según el INEC. Su acceso a electrodomésticos y aparatos electrónicos es el siguiente: 1% de población usa electricidad para cocinar (el fuerte es el gas 84%y la leña 13%), 27% tiene computadora; 85%, televisión; 47%, DVD y 42%, equipo de sonido.

A esto se suman los hábitos de uso. Los ecuatorianos pasan 1h30m diaria viendo televisión y 30 minutos en Internet. Las mujeres dedican entre 21 y 30 horas semanales a realizar quehaceres domésticos.

Según el estudio del Ministerio de Electricidad, en Quito, 36% de la energía la usan los hogares para refrigeración (refrigeradora y congeladora); 24%, para calentamiento de agua (ducha eléctrica y calefón eléctrico) y 13%, para iluminación (focos incandescentes, fluorescentes, ahorradores y dicroicos). El 27% restante corresponde a cocina, horno, lavadora y secadora de ropa, plancha, TV, computadora, etc.

Fuente: ESTUDIOS DE DEMANDA POR SUBSECTORES Y USOS FINALES DE LA ENERGIA ELECTRICA, MINISTERIO DE ELECTRICIDAD

Estas proporciones, cambian según la región, pues en la Costa, donde la ventilación supera al calentamiento de agua por el uso de aire acondicionado.Fuente: ESTUDIOS DE DEMANDA POR SUBSECTORES Y USOS FINALES DE LA ENERGIA ELECTRICA, MINISTERIO DE ELECTRICIDAD

Así se confirma que el ahorro de energía es mucho más que apagar la luz cada vez que se sale de una habitación. Con estos datos, ¿cómo puedo disminuir el consumo al menos de la parte de la que tengo control?

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